Mas dudas que certezas.

 

Exhibir tu película, una tarea poco probable.

A los temas pendientes que tenemos prácticamente desde los inicios de la industria cinematográfica, en nuestros países, como el de conseguir fondos para producir, se han ido sumando inconvenientes que la actividad publica ni la privada han logrado solucionar. Como distribuimos y exhibimos ese material que con tanto esfuerzo se llega a concluir.

Si bien muchas veces llegue a pensar, como exhibidor, que había otros negocios detrás de la realización de las películas dado que para programar un film podían estar meses insistiendo por una fecha de estreno y que luego de producido el evento nadie se interesaba por el destino de la película, llegando en muchas ocasiones a no retirar la copia en 35mm, que tenía un alto costo, y en otros hasta dejaban la recaudación correspondiente. Por supuesto esto no pasaba siempre, pero si tuvimos muchos casos.

El cine muchas veces tuvo algún negocio paralelo a lo cinematográfico. Me permito recordar una anécdota que vivimos como distribuidores del cine proveniente de la ex Checoslovaquia. Mi padre llevaba años distribuyendo material de la ex URSS y de la Alemania Oriental pero no conseguíamos que nos vendieran ni un título de la cinematografía checa. El argumento era que todo el material se lo vendían a una empresa argentina-brasilera, que lo estrenaría en ambos países. El caso que, esos títulos, nunca llegaban a ninguna pantalla. Mi padre dejo de insistir, hasta que un buen día lo llaman en forma urgente y le ofrecen en forma gratuita una mayor cantidad de material que uno nunca hubiera imaginado u ofertado en su momento. Que sucedía, la empresa que compraba para Argentina y Brasil se dedicaba al trafico de diamantes y los hacían dentro de las latas de las películas checas. Ante el escándalo que se avecinaba, necesitaban desligarse en forma urgente de semejante actividad ilícita y que se estrenaran las películas. A partir de ese momento pudimos entablar una relación comercial con los checos, teniendo muchos de estos films una repercusión muy importante, como las creaciones del recientemente fallecido director Jiri Menzel, que ilustra con el afiche de  “Los locos de la manivela” la presente nota.

También estaban aquellos soñadores que empeñaban todos sus bienes, más el de los familiares y amigos en producciones que luego resultaban un fracaso comercial y representaron la ruina para todos los que invertían. Otros que se quedaban sin presupuesto a mitad de camino y que perdían todo o bien debían modificar el contenido del film debido a la presión de los inversionistas que conseguían.

Con mayores o menores dificultades el tema de la producción se llegaba a resolver. Lo que siempre fue mas complejo era la distribución y de una incertidumbre total: la exhibición. Estos últimos dos factores a través de los años se fueron concentrando tanto, que como resultado solo tienen asegurada la pantalla las superproducciones de Hollywood. El resto del material solo queda como alternativa ante el fracaso de alguna de estas películas, como relleno en algún horario marginal o bien para esas fechas que se presupone que habrá muy pocos espectadores.

Lamentablemente este sistema de exhibición no cambiara con la “nueva normalidad” que tenemos por delante. Las plataformas digitales son una réplica de programación de lo que venia sucediendo en las salas, y tampoco podemos imaginar que cantidad de cines sobrevivirán y cuantos espectadores tendremos para nuestras películas.

En todo esto, uno se pregunta en que fallamos. Yo diría en todo o al menos en una gran parte. Tanto desde lo privado como, sin duda, desde lo estatal. La formación de espectadores en las escuelas desde los primeros niveles, con talleres de arte e iniciación en la cultura cinematográfica. En el hogar acompañando, regulando y explicando lo que ven nuestros hijos. La falta de pantallas en territorios tan extensos como los nuestros, donde una gran parte de la población nunca asistió a una sala cinematográfica. La ausencia de cinematografía propia en la televisión en horarios propicios y no marginales. La falta de incentivos estatales para la creación de un circuito de salas de cine artístico. La falta de compromiso de los estados para que se cumpla con la diversidad cultural cinematográfica. En fin, una cantidad de ausencias u omisiones que hacen muy difícil prever un futuro promisorio.






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