Comienzan las dudas tras la pandemia.
Donde exhibiremos las
películas en un futuro cercano.
Si hasta ahora se hizo difícil
encontrar salas donde mostrar las películas de cine de autor, nos encontraremos
en el dilema de saber dónde exhibir el cine en general.
Es evidente que la pandemia que
atravesamos crea una incertidumbre general. Uno a uno se va cancelando y/o
postergando los festivales en el mundo. También se paralizaron las producciones
de todo tipo, en muchos casos produciendo pérdidas económicas irrecuperables.
Las salas de espectáculos serán el último tramo que se habilite, hoy están
cerradas en casi todo el mundo.
El cambio que se producirá en la
actitud de los espectadores frente a este nuevo escenario de aislamiento social
es impredecible.
Sobrevuela la idea de regresar a
los autocines, donde la tecnología ayudaría en imagen y sonido a olvidar el
fracaso de los intentos anteriores. Solo en algunos países como Estados Unidos sobrevivieron
unos 300 espacios al aire libre. Claro que es una idea impracticable en muchos
países, por cuestiones climáticas o de superpoblación urbana más la importante
inversión que demandaría.
Mientras la incertidumbre va
creciendo nos queda refugiarnos en el recuerdo de épocas vividas.
Que al exhibidor no le interesan
las películas de cine arte, salvo alguna rara excepción, no fue nunca una
novedad. El argumento de que no atraen al público ni sirven para el consumo de candy,
tampoco es nuevo.
Si nos hubiéramos llevado por
esos preconceptos jamás habríamos estrenado películas de la ex URSS, de la ex
Checoslovaquia, y hasta de películas españolas en las cuales trabajaban actores
argentinos prohibidos por la dictadura. Mi padre estrena “Alexander Nevski” , “Rusia
en Armas”,” Arco Iris” ,”Flores de Piedra”, “Las estrellas del ballet ruso” y
otras tantas entre los años 40 y 55, cuando políticamente era impensable poder
hacerlo. Luego siguieron una lista interminable de films que salían en los
circuitos comerciales del país y no en salas alternativas. Antes de cada
estreno la discusión con los exhibidores era siempre la misma, es un material
que no interesa, quien vendrá a verla, actores desconocidos, etc., etc. Luego
se quedaban asombrados por la concurrencia que había, pero eso no nos eximia de
las discusiones previas. De no ser perseverantes cantidad de títulos de
directores consagrados a nivel mundial, no se hubiesen mostrado. En esta
cruzada cultural no fuimos los únicos, otros distribuidores independientes
sufrieron los mismos embates. Personajes como Nestor Gaffet o Vicente Vigo por
citar algunos nombres, sufrían prohibiciones y censura del material que traían.
Claro que todo ese proceso
también fue acompañado por la apertura de muchas salas de propietarios que
vivían en Argentina y que si bien no venían del negocio cinematográfico se
adaptaron rápidamente y lo hicieron crecer. Con solo mirar una foto de época de
la calle Lavalle o de la Avda. Corrientes, se tiene la mejor prueba.
En toda época existió el temor
que el avance de la televisión, el VHS, y demás sistemas que fueron
apareciendo, perjudicaría el negocio cinematográfico. Pero no fue así. El mayor
problema es la aparición en el mercado de las multipantallas. Ahí el negocio se
concentra en manos extranjeras y hace que poco a poco cambien las costumbres de
los espectadores. Ubicados en los shoppings con grandes centros comerciales y
asociados con el negocio de la alimentación se pone en evidencia que es más
rentable el candy, que la entrada de cine. Como es necesaria una rotación
semanal de público, las películas comienzan a sufrir de muerte súbita. Sino se
cubre la media de continuidad la película sale de programación. Con salas de
poca capacidad y escasos horarios el cine de autor queda radiado a las salas
alternativas, las salas grandes de capitales nacionales comienzan a desaparecer
y las pequeñas empiezan a padecer una asfixia económica que las hacen
inviables.
El gran interrogante para todos
los que amamos ver cine, en el cine ,es como sigue todo esto de ahora en más.
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